Orígenes de la Cincomarzada

El Maestrazgo y el Bajo Aragón era un hervidero de Carlistas al mando del General Cabrera, aunque en Zaragoza no se vivía directamente, los que huían o iban hacia el frente hacían que fuera un tema de conversación habitual. El día cuatro de marzo de 1838 se presentó en el monte de Torrero el Brigadier Carlista Juan Cabañero y Esponera, un infanzón bajo aragonés del que dicen que fue Cabrera quien lo envió ya que, su dominio era rural y no poseían ninguna ciudad importante, otros aseguran que fue propia iniciativa ya que era de carácter audaz y atrevido. Cabañero partió de Gandesa el día 3 de marzo con dos mil infantes, por Lecera llegaron a Belchite y acamparon a una legua de Zaragoza, en total cuatro batallones de unos 3.000 hombres y 300 caballos.
Durante la noche del 4 al 5 de marzo estas tropas entraron por la puerta del Carmen y avanzaron hacia la parroquia de San Pablo y el Mercado ocupando puestos claves de la ciudad. Parece ser que tenían cierta complicidad en sectores carlistas de Zaragoza ubicados en los barrios de la Magdalena y Tenerías. Subieron hacia Santa Engracia para forzar esa puerta, pero fueron sorprendidos por un centinela quien, ante la voz de alarma y un ¡Viva Don Carlos!, provocó cierto estupor entre la población. Enseguida reaccionó la guarnición con ayuda de la mayor parte del vecindario y de la milicia nacional, que sin esperar más órdenes se aprestaron a atacar a los carlistas. Primero haciéndoles fuego desde los balcones y ventanas y, ya de día en las calles. Obligándoles con denodados esfuerzos a abandonar los puntos que creían conquistados y es que habían llegado hasta la actual plaza de España y el Coso. El ejército se hizo con el control de la situación y la sociedad zaragozana confirmó sus convicciones liberales o al menos Isabelinas. Los facciosos huyeron dejando doscientos muertos y setecientos prisioneros, algunos se refugiaron en la parroquia de San Pablo donde se rindieron y el resto huyó hacia los montes de Torrero, entre ellos el propio Cabañero que se refugió en María de Huerva y desde aquí inició camino a Cantavieja, donde Cabrera le reprendió su acción y es que parece ser “El Tigre” no confiaba mucho en su subordinado.
Enterada de lo acontecido la Reina Gobernadora Mª. Cristina, premió a la Ciudad con el título de Siempre Heroica y una corona de laurel que rodea al león rampante del escudo ciudadano.
Ya en 1841 se comenzó a celebrar esta fiesta con una misa y una ofrenda de flores a los caídos, así como un homenaje a la milicia nacional compuesta por artesanos, pequeños comerciantes, jornaleros y estudiantes.
Así podía ser una celebración de la Cincomarzada en el campo
La fiesta se celebró además con novilladas, bailes en la Lonja y la comparsa de gigantes y cabezudos. En principio los ingresos de todos estos actos iban destinados a las víctimas de ese día. En 1843 la vida nacional dio un giro conservador con el general Narváez y decae la celebración en su origen oficial, pero seguirán los actos lúdicos. Los zaragozanos se reunirán en las arboledas y sotos para comer, bailar y jugar, todavía se intentó seguir recaudando fondos a través de funciones de teatro, pero se cortaron a raíz de unos incidentes en el Principal en el año 1847.
Los lugares elegidos por los zaragozanos eran la arboleda de Macanaz, las riberas del Gállego, el Cabezo de Buena Vista, Cogullada, las Balsas de Ebro viejo, la llamada Carrera del Sábado (junto al puente de los gitanos, en el Huerva), etc... Con la revolución de 1968 se potencia de nuevo y con la Restauración se mantiene como fiesta cívica, aunque se intenta olvidar el origen de la celebración,  En 1937 se suprime el Cinco de marzo y la calle que daba nombre a la efemérides pasa a llamarse “Requeté aragonés” (todo un eufemismo de los vencedores). En la Transición se reinició la conmemoración de manera oficial en 1981.

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