Los Cabezudos y la cigarrera del Tubo

Gigantes y Cabezudos junto a la Lonja de Zaragoza 1901, Colección Agustín Muñoz
Como dice la Zarzuela, Gigantes y Cabezudos “semos” los aragoneses, a caballo entre el mito y el stereotipo, ahora tan apenas hay jóvenes con cuello corto, que es lo que abundaba antes, se dice que debido a la alimentación, hay quien dice que lo de cabezudo se refería al llamado “cuello Mao” que se utilizaba en las camisas de los baturros o labradores de la huerta zaragozana, aunque no exclusivo de éstos. Pero el prototipo de baturro obstinado es el mostrado en la película Nobleza Baturra de Florián Rey, testarudo y socarrón, sobre todo esto último: “Chufla, chufla, como no te apartes tú” o la resistencia numantina de los Sitios. También y debido a la rudeza del clima o se es muy testarudo o uno no se adapta y al revés, hace falta ser muy constante y pertinaz como para trabajar en esta tierra, sobre todo antiguamente en las labores del campo.

Todo ello combinado con la tradición tan arraigada en el valle del Ebro de las compartas compuestas por “Gigantes” y “Cabezudos” raro es el pueblo aragonés que no tenga sus cabezudos, algunos de extraordinaria calidad artística y considerable antigüedad, muchos de ellos construidos en los talleres del Hogar Pignatelli de la Diputación Provincial de Zaragoza. Los cabezudos y los gigantes no son otra cosa que resto de las danzas medievales en las que ya aparecían estos elementos, según las cuales los Gigantes representaban la nobleza, la hidalguía, etc., en definitiva el bien. Por el contrario, aunque en Aragón el apelativo de cabezudo vaya unido al de noble, solían representar a los vicios, la naturaleza sometida a Dios, la herejía, en definitiva al mal mediante personajes deformes y caricaturescos, Mientras los gigantes representan danzas nobles, los cabezudos se encargan de perseguir a los chiquillos con su pequeño látigo y solían aparecer siempre en la Festividad del Corpus y sus danzas debían ser tan obscenas que Carlos III las prohibió.

En Zaragoza los entonces llamados “gigantillos” pertenecían al Ayuntamiento, como consta en las relaciones de fiestas de principios del siglo XIX y se guardaban en la Lonja y eran solamente cuatro, acompañados por cuatro caballitos de cartón y madera. En distintos lugares de la ciudad, y especialmente delante del Pilar, interpretaban danzas cuya música ha recogido el maestro Mingote. Ya entonces (1808) perseguían a los muchachos que los insultaban desde lejos, asustaban a los aldeanos y pedían algo para remojar la garganta, agradeciéndolo con cabriolas y cortesías. Durante el siglo XX la comparsa ha ido aumentando hasta la última adquisición con la representación de la “Cigarrera del tubo”.
Herminia con su cigarro, Foto Heraldo

Si antes servían para denunciar vicios o comportamientos desviados, hoy día los cabezudos se han convertido en representaciones de personajes populares, queridos y aceptados por la población, es el caso de la “Pilara” que representa a la famosa pareja de Jusepet en el Oassis y que durante tantos años actuaron por los pueblos, la pollera del mercado que hacía las veces de vedette por las noches una persona muy querida en Zaragoza, lo mismo que Herminia, la cigarrera del Tubo, quien no la recuerde y tenga menos de cierta edad, sencillamente no es de Zaragoza, antes en las puertas del Plata y después junto al Gastrónomo, con su sillita plegable y sus cajetillas de tabaco, recuerdo que había una leyenda que decía que le pasaba el tabaco un oficial de la Base americana que estaba enamorado de ella o que en tiempos había estado trabajando en casa de un concejal importante y que por eso la dejaban estar allí, incluso que su marido había sido un militar de alta graduación y que podía hacer lo que quería, bueno historias urbanas, aunque su vida fue mucho más sencilla y normal.

La Dictadura de lo políticamente correcto no es de ahora, cuando se pensó hacer el gigante que representa a Don Quijote, se hizo el correspondiente cabezudo a Sancho Panza, pero como quedaba mal se le cambió el nombre por “robaculeros” el cabezudo que representaba a Napoleón, con motivo del Primer centenario de los Sitios, como no quedaba bien ante los invitados franceses que iban a venir a Zaragoza y además había que confraternizar, se le cambió por “el tuerto” y así hasta quitarle el cigarro a la cigarrera del Tubo, que es como si al Morico lo pintamos de blanco y le quitamos el nombre por no ofender a la comunidad musulmana. Dicen que ha sido la asociación de lucha contra los Cáncer, esos que piden dinero contra esa enfermedad, como si la misma se solucionara con eso, pero no protestan por el Verrugón, que puede ser una especie de tumor ¿o no? Por favor, dejen a Herminia que la recordemos como siempre la hemos visto y que es como a ella le gustaría y déjense de tonterías por favor que bastante debió sufrir la señora en vida como para ahora estemos con estas cosas y encima para sugerir que desde su humilde rincón del Tubo estuvo matando a generaciones de Zaragozanos.

Hace tempo que pienso que la izquierda española en general ha pasado del Marxismo de Groucho a la Vida de Brian sin darse cuenta.

Comentarios

  1. Totalmente cierto. Aunque no muy acertado el comentario en el que dices que la asociación del Cáncer debe pensar que con dinero se cura la enfermedad. Quiero pensar que ese dinero va destinado a ayudas a las personas que por desgracia sufren la enfermedad, como inversión en investigación, ayudas psicológicas, ayudas hospitalarias y demás. No creó q lo usen para irse de cena de vez en cuando.

    Un saludo. Me gusta tu post.

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