Paridera en el Planerón de Belchite


No sé si he dicho alguna vez que mi padres tenían ganado y mi madre llevaba la carnicería que se abastecía de los corderos que criábamos en casa. Mi padre, por estas fechas del Pilar y la Sanmiguelada solía renovar las cabezas cada año, las ovejas siempre tenían que estar a punto o recién paridas para que, de esta manera los corderillos llegaran a Navidad para poder ser consumidos después de haber sido criados a su gusto. Esto era cuando en esta tierra de comía ternasco por Navidad, hace muchos años porque ahora me parece que ya no se estila.

Mi padre tenía un contacto que le informaba de cómo estaba el mercado en la provincia y alrededores, era un tratante. Este señor era bastante mayor y le llamábamos “el tío Jorge” además el hombre vivía en el Arrabal, con lo cual el mito estaba servido. Recuerdo que el tío Jorge tenía su “oficina” en el casino del Cachirulo, en la zaragozana plaza de Santa Cruz. Allí iba mi padre a visitarle y con la información que le daba organizaba una excursión por los pueblos que le había indicado, para encontrar el ganado que quería, a veces hasta él nos acompañaba. Una de la zona que más frecuentábamos era el campo de Belchite y el norte de la provincia de Teruel.

De estos viajes recuerdo como todavía estaban visibles las huellas de la Guerra Civil, se podían observar trincheras, edificios ametrallados o con restos de balas, incluso algún vehículo abandonado y mucha tristeza. Una vez fuimos a Belchite, en este pueblo mi padre conocía a una persona, recuerdo que su casa estaba junto al arco de San Roque, con las fachadas de las casas que lo rodeaban son agujeros y restos de disparos, aun había muchas casas en pie en la calle mayor, tras el arco. Recuerdo también como la mujer tenía las olivas puestas al sol para que se secaran.


Nos encaminamos a una paridera que estaba en el monte, recuerdo que era al abrigo de un cabezo, pero sobre todo recuerdo el lugar. Al llegar a este sitio me pareció que iban a aparecer de un momento a otro los indios, daba la impresión de que el paisaje había sido extraído de una película del oeste, me fascinó tanto aquella visión que todavía la recuerdo y ayer, que pasé por la carretera entre Belchite y Quinto de Ebro, al ver el paisaje del Planerón y la Lomaza me acordé de aquellos viajes con mi padre siendo yo un niño, si no eran aquellas tierras eran otras muy similares.

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